domingo, 20 de febrero de 2011

El carnaval de los animales políticos (I)

A tenor del descubrimiento de que estructurar un pensamiento de forma medianamente correcta por medio de la escritura puede no ser del todo malo y sospechoso, en El Ejido, una pléyade de aspirantes a políticos con sueldo y prebendas, aspirantes a cargo con sueldo y aspirantes a cargo y/o prebendas en general se han lanzado a convencernos a los simples ciudadanos de que lo que llegamos a comprender como meridianamente claro e inteligible con solo usar un poco de sentido común no es más que un cúmulo de errores y simplificaciones de la realidad que sin duda son fruto de nuestra escasa preparación, nuestra nula capacidad intelectual, y la atrofia de nuestros sentidos. De hecho, nuestra verdad más inmutable es que el único sentido que tenemos desarrollado, al contrario que prácticamente todos los políticos del PAL y algunos de PP y PSOE, es el del ridículo. Pero esto no significa en ningún modo falta de respeto por los ciudadanos, ¡no, qué va!, muy al contrario (aquí es donde hago un paréntesis y aprovecho para meter una lectura que acabo de empezar ahora: La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento, El contexto de François Rabelais, más que nada pa tirarme el rollo). De alguna manera, estos antedichos políticos lo que hacen ni más ni menos es entroncar con lo que Bajtin llama cultura carnavalesca (una de cuyas ramas doradas es la literatura picaresca española, una de cuyas cabezas invisibles es ese perfil falso de Facebook que escribió El Lazarillo). Los periodos electorales no son sino un gran carnaval en el que se prescinde del escenario y se busca la horizontalidad hasta llegar al encamamiento y la coyunda. La anulación de las jerarquías, por tiempo breve, se produce gracias a las nuevas tecnologías y las redes sociales y por la necesidad perentoria de votos que obliga a los políticos a la cercanía y a ignorar su condición de “actores” para acabar mezclándose con los espectadores, con el pueblo, con el vulgo, con sus votantes, esas deseadas criaturas polimórficas que en su estadio de lúbrico voto son el objeto del deseo del político obseso que, una vez pasado el susodicho periodo electoral/carnaval, volverá a olvidar sus promesas y a tratarlos, en caso de conseguir el poder y salvo honrosas excepciones, como súbditos. Para algunos de estos políticos profesionales con ínfulas de realeza, pongamos por caso Juan Enciso, la democracia no es más que una monarquía interrumpida brevemente cada cuatro años por espacio de unas semanas de cierta incertidumbre. Ya hace tiempo, pues, que vemos llenarse nuestras calles, reales y virtuales, de cómicos, bufones, personajes de largas orejas, ogros, cenutrios, mastuerzos, gigantes, enanos, monstruos, payasos (nosotros, los del Circo del Poniente, somos un vivo ejemplo), tragasables, escupefuegos, malabaristas del lenguaje torpe, contorsionistas, transformistas, y, los más importantes: los jurisprudentes prestidigitadores del código civil y penal y los magos que hacen desparecer cantidades ingentes de dinero del agrario erario público casi por ensalmo. Sirvan como ejemplo estos tres personajes de la primera línea política ejidense (si bien es cierto que con muy diferente responsabilidad en todo el cúmulo de acontecimientos de los que hemos sido víctimas los ciudadanos de El Ejido): Juan Enciso, Guadalupe Fernández y Paco Góngora, y como muestra de los intentos de ellos y los suyos, con el concurso de los medios de comunicación a su alcance, de deformar la realidad hasta el punto de llegar a hacerla irreconocible y de intentar justificar lo injustificable con todo tipo de trampas argumentales GROTESCAS.

¿Quién si no se va a encargar de la medieval, grotesca y carnavalesca Fiesta del asno que nuestro imputadísimo Juan Enciso (y su cortejo), que se empeña en negar la realidad (incluida su presunta implicación en las diferentes tramas de corrupción que investiga la juez Montserrat Peña) de manera tan absoluta que no me lo puedo imaginar de otra manera que no sea como un Moisés rodeado de montañas de folios del sumario y dirigiéndose a su grey ejidense proclamando: “Pueblo El Ejido, ¿veis esas montañas de documentos? Las llaman Operación Poniente. Pues, veréis, detrás de esas montañas no hay nada, asín que, seguidme por la Senda de la Verdadera Verdad (la mía y la de Añez) y os llevaré a la Tierra Prometida. Yo no me he llevao el maná ni na que no sea mío; que nadie os venda esa burra. Y, sobre todo, pensad que Dios, o sea Yo, proveerá, nosotros nunca dejaremos de ser el pueblo El Ejido. Que sepáis que tenemos una lista de gente mu prepará, no os vamos a decir pa qué están preparaos, pero lo cierto es que están preparaos. Esta tierra y yo estamos indisolublemente unidos, yo soy El Ejido y El Ejido es Juan Enciso, porque vuestro alcalde/dios es uno y dúo y no se entendería el uno sin el otro”. Cito a Bajtin: “(…) Esa es también su concepción de la locura. Presentimos en el loco algo que no le pertenece como si un espíritu inhumano [Añez] se hubiera introducido en su alma”. Plantea Enciso, pues, una sustitución radical de una realidad más o menos empírica por un mundo creado a su imagen y semejanza, a la vez Dios y profeta de sí mismo, que volverá a triunfar en las urnas contra la tentación de cambio y el mal absoluto representado por los otros. Esos otros no son otros (esteee, valga la redonda) que sus rivales ECONÓMICOS y los representantes políticos y mediáticos a las órdenes de estos que quieren usurparle el poder: su tesorooooo. Lo más grandioso de este espectáculo popular (al que se engarzan de forma natural, cambiante y proteica multitud de variaciones litúrgicas como la Liturgia de los bebedores, la Liturgia de los jugadores o la Liturgia de los puteros), es que los participantes no son partícipes (valga la redundancia) del carácter grotesco de esta “ceremonia de la confusión” que carece para ellos, los PALeros, de rasgos paródicos, aunque visto desde un plano externo, y por tanto no carnavalesco (en tanto lo carnavalesco implica inserción y horizontalidad) aparezca como un espectáculo nítidamente esperpéntico.

Con la candidata del PSOE, Guadalupe Fernández, tenemos a mi juicio a la representante perfecta (en lo tocante a la evolución de lo grotesco popular y lo carnavalesco) de lo grotesco carnavalesco decimonónico, con clarísimas influencias, sin embargo, del despotismo ilustrado, acuérdense: todo para el pueblo pero sin el pueblo. Lo grotesco y carnavalesco permanece en su esencia y en su modo de actuar y en todo lo que la rodea, pero la candidata socialista no llega ni a atisbarlo en los demás ni a reconocerlo como parte de sí. Según Bajtin. “(…) en el siglo XIX, se perdió la comprensión de la comicidad presente en esas imágenes, que fueron interpretadas con absoluta seriedad y unilateralidad, por lo cual se volvieron falsas y anodinas”. Esta falta de comprensión produce, a mi modo de ver, un efecto redoblado de comicidad con cierto regusto amargo que hace de los espectáculos que nos suele brindar Guada una delicia. Guadalupe ha representado disciplinadamente los papeles que se le han encomendado sin rechistar y de buena gana por su fe profunda en la finalidad de su destino, que no es otro que conseguir el “bien” para sus conciudadanos, así en abstracto, lo cual en ningún momento ha implicado que se sienta impelida a involucrarse horizontalmente con el populacho, tan proclive al revolcón y a la promiscuidad, a veces representado por unos cuantos, muy pocos y muy intolerantes (entre los que nos encontrábamos nuestro querido amigo Josetxu Eguidazu, su hermana y futura presidenta del Foro Ciudadano Josetxu Eguidazu, Karmela Eguidazu, Pepe Capel y el perfil falso de Facebook que no firma ni rubrica esta parodia) que osan interrumpir, por ejemplo, las ceremonias viciadas de un Régimen pútrido que hace décadas que huele a cloaca y del que de mil amores y beatíficamente ha sido connivente los últimos años. Ha evitado pues, por padecer, según parece, una especie de horror vacui, las simas del conflicto con aquellos que de “ninguna manera” el PSOE ejidense mantiene un pacto, limitándose a salmodiar un número limitado de frases cíclicas contra el PP y un número casi infinito de “nosotros fuimos los primeros en denunciar...”, que ahora ya en periodo electoral se está tornando crítica abierta a los aspectos más relacionados con la gestión municipal, pero obviando, y he aquí lo más importante, la Operación Poniente. Tenemos, entonces, a una candidata que ignora, por falta de comprensión o por conveniencia, la causa más importante (no la única), del caos de lo público y del saqueo en El Ejido (y próximamente en los mejores cines, que aquí no se acaba la Historia ni mucho menos, Fukuyama). En esto de hacer el vaciado de lo esencial la podríamos emparentar con la abstracción escultórica contemporánea, en concreto con los escultores Chillida y Oteiza, pero sólo en teoría; en el último momento siempre parece preferir la escoria al fruto del vaciado de la materia. Tenemos pues a un candidato que, presuntamente, vacía las arcas municipales (con ayuda o en compañía de otros) y a otra que vacía de sentido su propia candidatura y la deja al albur de una supuesta predestinación familiar, de un “ello” que la empuja al sacrificio ritual de la política. ¿Cuál es el nexo de unión entre ambos candidatos, quién ha propiciado la entente cordiale de los últimos años? Si Hablamos del diputado andaluz conseguidor e interlocutor válido, entre otros, de los intereses MUNICIPALES de algunos de los imputados ante la Junta, (siempre por el bien de los ciudadanos de El Ejido, que quede claro) tiene que aparecer en la plaza pública donde acontece este carnaval, (haga un poco de sitio, señora, y deje de sobarme la entrepierna, que tiene usted la edad de mi abuela), su mentor, García Quero, protagonista con otros de una portada de La Voz de Almería por aquel asunto de sus cuartos de baño, y más propicio a lo grotesco de carácter fantástico y surrealista que al expresionismo abstracto de su protegida, que prefirió brindarnos una serie de explicaciones al respecto llenas de seres espectrales, extraterrestres y poltergeist con la ropa de Elsur antes de recurrir al grueso y escatológico: “La he cagao”, que fue y sigue siendo el mea culpa del pueblo llano. Ambas palabras: “cagao” y “mea”, muy relacionadas con los cuartos de baño, tengo que señalar, por si a alguien se le escapa. Puede que esta misma semana tenga que dar algunas explicaciones a este y otros respectos, junto a su compañero Segura Vizcaíno ante la juez Peña, que parece que tiene poco de grotesca y carnavalesca y mucho de serenidad clásica, a veces tan soporífera, desgraciadamente, pero siempre tan necesaria. Estamos en el periodo de instrucción, es muy posible que cuando comience el juicio la cosa se remedie y podamos asistir a un buen espectáculo.

Paco Góngora es el candidato que representa mejor lo grotesco-carnavalesco en su variante romántica, en concreto la variante romántica Richard Clayderman.

(Continuará)

No hay comentarios:

Publicar un comentario