martes, 1 de marzo de 2011

Por qué cada voto cuenta

El próximo 22 de mayo tenemos una cita electoral que es bastante más importante de lo que parece. Dado que los ciudadanos vamos a elegir a quienes han de representarnos a la hora de gestionar nuestros ayuntamientos y algunas comunidades autónomas (que no gobernarnos), los partidos y sus máquinas mediáticas ya están arrancando los motores para promover la actitud democrática que más les interesa: la abstención. ¿Ah, que no lo sabíais? Claro que sí. Partidos como el PSOE, el PP o el PAL, con sus actos cotidianos y sus mensajes a la prensa no están pidiéndoos que les votéis. Cada uno de ellos ya cuenta, o cree contar, con su propio vivero de votos, cada uno en sus sectores demográficos específicos (normalmente los bien adoctrinados y mansos, que les han dicho que heredarán, seguro). Cuando actúan en público, esto es, donde tú y yo podamos verlos, en realidad lo que buscan es despertar en nuestros espíritus críticos la sobrerreacción: "Son todos iguales. No voy a votar a nadie, que se vayan todos a la mierda". Y, lo peor, es que normalmente lo consiguen.

Una cosa es ser anarquista y otra, muy distinta por definición, es ser gilipollas. El problema es que a quienes este mamoneo sistémico nos da tanto asco no queremos ni oír hablar de las urnas. El problema es que este rebote contra el sistema, tal y como lo hacemos, les funciona divinamente. Amigos y lectores mandaos, tened en cuenta una cosa: el españolito medio se cree que está lo bastante lejos de Túnez, Egipto, Libia o Grecia como para lanzarse a la calle a jugarse el tipo. Eso es así, así que la revolución no va a empezar mañana. Sin embargo, como todo sistema implica que forman parte de él sus mecanismos de autodestrucción, el sistema electoral vigente puede ser utilizado para entorpecer las intenciones latrocínicas de sus habituales beneficiarios. ¿Cómo? ¡Votando! Pero claro, a otros.

Primero lo voy a poner así en palabras de andar por casa, algo que te podría decir el hijo de tu vecino, el que se pasa la tarde fumando porros en su cuarto y leyendo libros raros. Luego voy a intentar explicarlo científicamente para que no se note que estoy copiando lo que dice el hijo de tu vecino el que se pasa la tarde fumando porros y leyendo libros raros.

Cuando no votas, o votas en blanco, estás favoreciendo a los partidos más votados. Sí, esos de los que ya sabes quién está imputado, quién ha connivido con los imputados o quién no para de rezar rosarios para que no salga lo suyo antes de las elecciones y la gente le vote igual. ¿Queremos decir con esto que sabemos quién es el candidato perfecto? ¿El que no es igual? Pues hombre, perfecto, perfecto, seguro que ninguno. Pero lo que sí es cierto, y también está demostrado, es que no todos son iguales. Para empezar, hay una diferencia sustancial. Hay otros partidos que llegan a las elecciones con una trayectoria más o menos larga (da igual que surjan la semana que viene o que lleven treinta años zascandileando por ahí), pero que están formados por gente que de verdad defiende lo que cree que es mejor para un ayuntamiento o para una comunidad; gente que jamás ha tocado dinero que no fuera suyo (incluso, contamos con ello, porque no hayan tenido la oportunidad) ; gente que ha combatido a los corruptos y gente que, de hecho, maldita la gana que tiene de meterse en política pero que no aguanta más que los únicos que se metan sean los que tienen algo más que ganas. Hoy son ellos, mañana puedes ser tú el que esté harto y te metas. ¿A que te gustaría contar con el beneficio de la duda?

En Regeneración Democrática pensamos mucho a quién va a ir nuestro voto. Sabemos a quiénes no va a ir. Y por eso lo único que queremos compartir con vosotros es esa actitud: meditad bien a quién vais a votar. Tened claro a quién no queréis votarle. No hace falta darle muchas vueltas, los hechos y las palabras están ahí.

"¿Y qué más dará que vote por ese cuarto o quinto partido, que ni siquiera sale por la tele? ¡Para eso me quedo en mi casa y no voto!" Pues ahí es donde nos equivocamos, amigos. Como todos acabamos pensando así, las listas más votadas son las de los que tienen la clientela asegurada, y además nosotros estamos cumpliendo con sus deseos más íntimos ya que también han conseguido que no queramos ir a votar. Ahora viene la explicación matemática, que es facilica.

En España la ley electoral reparte los escaños según una regla matemática que se llama "Ley D'Hont". Por cierto, todo el mundo lo vende como que es supercomplicado de entender. Eso es otro truco para que no le prestemos atención. Yo soy de letras y la entiendo.

Somos el único país de Europa que la aplica directamente, esto es, sin meter ninguna otra regla compensatoria. ¿Y por qué hay que meter reglas compensatorias? Pues es obvio: porque es una ley descompensada. Favorece a los grupos mayoritarios y hace desaparecer a los pequeños. Pero ojo. Recordad que los partidos que han gobernado en España en democracia nunca han tenido el voto de la mayoría de la población, sino de la mayoría de los votantes. Porque lo que cuentan son los grupos mayoritarios de votantes. Zapatero ganó las últimas elecciones con unos 11 millones de votantes, lo que significa que hay unos 34 millones de españoles que no le votaron. Y entre PP y PSOE no llegan a los 22 millones de votantes, esto es, que todavía habría 23 millones de españoles a quienes no representan. Pero al no votar, ellos pueden vender tranquilamente que España es mitad de uno, mitad de otro (con algunos restillos pa los demás).

Para entender la ley, es mejor que vayamos a cifras bajas, donde además es más evidente el peso que puede tener cada voto. Para este ejemplo voy a usar una encuesta publicada por la web elejidoactualidad.com a partir del 1 de marzo de 2011. Los datos usados son del día 3 de marzo, con 48 votos reales a distintos partidos. Como son tan pocos votos, los escaños que les voy a repartir son 6 nada más. Esto en realidad es solo para que veáis cómo funciona la mecánica de la Ley D'Hont a la hora de darle los escaños a unos u otros, así que nos dan igual los datos que muestre.

El primer paso es poner en una tabla cuántos votos ha obtenido cada partido. Vamos a ordenarlos por columnas de mayor a menor número de votos.

Podemos usar un simil para entenderlo mejor. Vamos a entender que los escaños tienen un precio, que se tiene que pagar en votos. La parte complicadilla es la que viene ahora. Una vez que un partido tiene un escaño, para conseguir el segundo ha de dividir su número de votos entre 2. Digamos que para conseguir el segundo escaño, sus votos valen solo la mitad. El primer escaño que se da es el más fácil. Se le da, sencillamente, a quien tenga el mayor número de votos en esa fila, ya que todos se dividen por 1. En este caso, con 19 votos, se lo llevaría UPyD.


Pero una vez adjudicado el primer escaño, a la hora de repartir el segundo, los partidos que no han "gastado" ningún voto siguen teniéndolos todos (divididos entre 1). Como sería el segundo para UPyD, UPyD en la segunda fila solo cuenta con la mitad de sus votos. Así, el 2º escaño se lo llevaría el PP, con 12 votos.A la hora de repartir el tercer escaño, tanto UPyD como PP cuentan solo con la mitad de sus votos, ya que para ellos sería el 2º. Así pues, el tercer escaño se lo llevaría IU, con 11 votos.
Ahora se reparte el cuarto, que iría para UPyD con sus 9,5 votos.
Ahora, UPyD tiene ya 2 escaños, por lo que para conseguir el 3º el valor de sus votos se divide entre 3. Como podéis imaginar, este proceso sigue igual: cuando un partido vaya a por su cuarto escaño, los votos se dividirán entre cuatro; para conseguir el quinto, entre cinco... y así mientras queden escaños que repartir.
Así pues, llegamos al sexto escaño y observamos el resultado final: UPyD ha conseguido 3 escaños, PP 2 e IU 1. PSOE y PAL no obtendrían ninguno. ¿Por qué se dice que es un sistema descompensado?

Pues porque con el 39,6% de los votos totales, UPyD ha conseguido el 50% de los escaños. El PP, con el 25% de los votos consigue el 33% de los escaños. Mientras que IU, con el 22,9% de los votos se queda con el 16,33% de los escaños. Y todavía no se puede quejar, ya que el 8,33% de los votos del PSOE ni siquiera obtienen representación. El PAL tiene la mitad de votos que el PSOE, 4%, y los mismos escaños: 0.

Pero como hasta que no se cambie la Ley Electoral no estará compensado, ¿cómo podemos compensarlo nosotros? ¡Con nuestros votos! En serio. Funciona. He simulado la misma tabla, con el mismo número de escaños y he sumado 1 voto a cada partido. Solo 1 voto. Los resultados son los siguientes:
UPyD conseguiría 2 escaños, PP conseguiría 2 escaños e IU conseguiría 2 escaños. Un panorama de Gobierno completamente (pero completamente) distinto del anterior. La desproporción entre el porcentaje de votos y el porcentaje de representación continúa, como en el escenario anterior, pero ya está un poco más corregida (entendemos la corrección en un mayor reparto del poder, con este sistema lo que no se puede esperar es que se llegue a la justicia real).

Antes UPyD tenía una representación de 11 puntos porcentuales más de los que les correspondería a sus votos, el PP de 8 puntos porcentuales de más e IU de 7 puntos porcentuales menos. Ahora UPyD tiene una representación 4 puntos porcentuales más baja de la que le correspondería por votos, mientras que PP e IU tienen una representación de 8 y 11 puntos porcentuales más de los que les corresponderían. PSOE y PAL siguen sin representación. Entonces diréis, ¿cómo esto está corregido?

Muy sencillo antes un solo partido tenía la mayoría de escaños, por lo que una sola opción tomaría las decisiones que afectasen a todos los votantes, sin tener la mayoría del total de votos. Con la "corrección", ninguno puede arrogarse el poder de tomar decisiones que afecten a todos los demás sin contar con, por lo menos, el apoyo de otro partido. Esta suma puntual sí que representaría a una mayoría de los votantes, y además obligaría a negociar, con lo que no solo se escucharían los intereses de un grupo.

Como nuestro modelo es tan pequeño, evidentemente, no podemos hacer grandes matemáticas con él. Van a ser unos u otros. Pero hasta eso es mejor que la imposición de los intereses de un solo grupo. En la realidad los números suelen ser más grandes. Si llegásemos a más escaños veríamos otras desigualdades. Por ejemplo, en caso de empate a la hora de adjudicar un escaño, ¡el voto se lo lleva la lista más votada en total, por si había poca descompensación! En nuestro modelo, un sétimo escaño sería también para UPyD, aún empatado a votos con el PSOE, partido que solo podría obtener un escaño si existiesen 8.

Este problema se hace más grave en las elecciones nacionales ya que, por ejemplo, en Almería solo tenemos 6 escaños a repartir. Pero en las municipales, las concejalías en juego en El Ejido son 25. Y eso nos devuelve al principio de esta larga cháchara (¿seguís despiertos, verdad?). 25 escaños dan pie a que aquellos que no son iguales a todos, aquellos que sí quieren trabajar de verdad por un Ayuntamiento libre de corrupción y que funcione, vamos, por aquellos que no se han llevado su tajada del pastel para quitaros las ganas de votar, lleguen a entrar en el Ayuntamiento.

Los otros tienen echadas otras cuentas. Vamos a ver si somos capaces de jodérselas.





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